miércoles, 9 de diciembre de 2020

Capítulo 93

 


Francisco mira con mucha ternura a su hijita.

--Me muero por tomarla en mis brazos.

No deja de mirarla. Estaría toda la noche mirándola.

--Ahora no. Sé que es mucho pedirte pero no lo despiertes.

Francisco mira con ternura a su hijita:

--tranquila. Me he perdido tanto de ella.  No me viene de una noche.

No deja de mirarla. Ana se siente muy extraña. Es el pasado el que ha tocado a su puerta. Su marido, el único hombre que ha conocido. Francisco mira al detalle a su pequeña.

--es tan hermosa.

Ana se seca las lágrimas:

--se parece a ti.

Eso lo llena de orgullo a él:

--en serio?

La acaricia con cuidado de no despertarla:

--soy papa. soy papá. ¿cómo se llama?

Ana seca sus lágrimas:

--Francisca.

--¿en serio?¿le pusiste como yo?

Ella hace que si con la cabeza. En realidad es un homenaje que le quiso hacer a sus dos hombres. Francisco toma de la mano a su esposa:

--tiraste el anillo ¿no?

Ella agacha la cabeza:

--lo siento.

Él besa el suyo:

--Era mi tesoro pero no te preocupes. No te tienes que disculpar.  Hiciste lo que creíste mejor.

El matrimonio deja a la pequeña durmiendo. Él la mira con cariño antes de que la madre cierre la puerta. Se quedan en el salón.

--¿quieres tomar algo? ¿comiste?

Él hace que no con la cabeza.  Preside la habitación un enorme retrato del difunto Fran. A los dos se les sale las lágrimas y con la voz rota él le pregunta:

--no me has perdonado verdad?

El dolor asoma por el rostro de ella. Triste él dice:

--ya me has contestado. Pero si te sirve de consuelo mientras tú estabas feliz con tu hija yo no podía estar más hundido.

Ella lo mira fijamente. Lo acaricia:

--No, no me consuela.

La mirada del uno estremece al otro. El amor que aún se tienen quiere apoderarse del cuerpo del otro. Ana ya había desterrado al amor y se siente algo incomoda. Se aparta a él.

--Quédate en el sofá. Iré a prepararte algo de comer.

Él le acaricia la mano:

--no espera, ¿por qué no me lo dijiste? Tanto me odiabas?

La voz de él suena rota. Ambos hablan con voz temblorosa:

--tuve miedo.

--¿Miedo de que?

Ella no se atreve a decirle que no quería que la historia se repitiera pero él adivina sus pensamientos. Muy triste él le pregunta:

--¿creías que era un peligro para ella?

Ella no contesta. A él le duele ver que sí, que es eso. Con los ojos llenos de lágrimas él le susurra (aunque a veces el dolor hace que no le salga las palabras):

--crees que soy un asesino? Créeme que hubiera querido mil veces morir con nuestro hijo.

Ella no puede más y le suplica:

--¡¡abrázame¡

Se estremecen al sentir el uno el calor del otro. Sus cuerpos, sus labios se han extrañado. Francisco acerca sus labios a los de ella para besarlos pero a ella le da miedo y se aparta.

--te traeré comida.

Ella se va a la cocina sofocada. Francisco frunce el ceño. Le duele que su esposa lo haya rechazado. Ella es amable pero distante, Él está convencido que el amor murió para ella y que ya no lo puede rescatar. Ella en realidad está luchando para que así sea, Está obligando a su corazón a callar todo el amor que está sintiendo. Le prepara el sofá.

--mañana hablamos.

--me tienes mucho que contar, podremos salir a pasear con nuestra hija.

--Me gustaría mucho.

Sus labios están muy cerca. Los dos desean besarse pero él no quiere que lo rechace una vez más. La besa en la frente.

--buenas noches.

Ninguno de los dos quiere separarse. Él se queda en el sofá. La mira emocionado, con nostalgia. Ella antes de cruzar la puerta del único cuarto que tiene el apartamento lo mira. Se ruboriza al ver que se está bajando los pantalones. El sonríe. Ella se mete en la cama sofocada.

--¡no tengo que pensar en él.¡

Francisco está muy ansioso pero el viaje ha sido largo. Las emociones muchas. El sueño lo vence. Ana no puede dormir. Da muchas vueltas en la cama. Su piel vibra al pensar que Francisco está durmiendo en el salón. No puede controlar, no quiere. Sale precipitadamente. Él ya duerme. Lo mira.

--mi amor, mi amor. ¿Porque nos tuvo que pasar esto?  

Aunque no se atreve a confesarlo siente que lo ama. Le acaricia la cabeza. Francisco se despierta. Ella se quiere levantar:

--lo siento yo...

Él la agarra de la mano. La siente vibrar. Se da cuenta que aun le pasan cosas con él y no la deja escapar. Él la besa y ella le responde. Se besan apasionadamente. Luego ella se aparta. Por un momento parece que ella se va a ir pero ella lo mira coqueta y le dice:

--ven a la cama.

Él no lo duda. Caen a la cama. Ella debajo de él. Francisco la besa, le acaricia los senos. La desnudando. La siente temblar como la primera vez. 

--quieres que pare? --jadea el.

--no. pero tengo miedo. Me parece que hace años de la última vez.

--no has estado con nadie?

--no ¿y tú?

--con mujeres no.

Ella lo mira aturdida:

--¿quieres decir que…?

Él quiere olvidar el pasado:

--No me hagas preguntas.

Ella también quiere olvidar el pasado en la medida que se pueda:

--tu tampoco.

Los dos se besan satisfechos. Él se quita la camiseta. Ella le besa los pezones. Los dos vibran. Sus cuerpos tiemblan, se han extrañado pero no se han olvidado. Su acoplamiento es perfecto. Si no fuera por ese ángel que se les fue seria todo igual que antes. Después el uno reposa en brazos del otro.

--Me parece un milagro que estemos los dos juntos. Con una hija. Verdaderamente es un milagro. --dice él muy dulce.

Ella no le dice nada. Se siente como en una nube.

--¿te sientes bien?

--No lo sé. --dice aturdida.

Él es muy dulce con ella:

--¿como que no sabes?

Ella apoya la cabeza en el pecho de él. 

--¿no crees que podamos reconstruir nuestra vida en común? –pregunta él dice.

Ella le besa en el pecho mientras le dice que no lo sabe. Él le acaricia los cabellos tristes.


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